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Libre Bajifuyu

Aún siento que Baji nunca ha sido realmente consciente de sus actos, sobre todo cuando implican a Chifuyu. Me había acostumbrado a que hiciera cosas impulsivas constantemente, aunque siempre había pensado que él era íntegramente consciente de todo lo que hacía, pero después de vivir de cerca su relación con su vice capitán empecé a tener mis dudas. Ni si quiera recuerdo cuando empezó a llevarse con Chifuyu, ni cuando empezó a hablarme constantemente de él, pero si recuerdo perfectamente el día que me lo presentó y como vi que había algo raro entre ellos. Eran las vacaciones de primavera y yo no tenía demasiadas ganas de salir de casa, tengo claro que a la gente que le gusta esa estación es porque no tiene alergia sino no me lo explico, yo odio salir bajo el polen, odio estar estornudando cada dos por tres y odio que se me hinchen y me lloren los ojos. Aun así ese día cuando recibí el mensaje de Baji para que fuera a su casa ni si quiera me lo pensé, agarré la moto y me planté allí en apenas cinco minutos. Mi mejor amigo abrió la puerta con una de sus inmensas sonrisas, aunque había algo raro, algo distinto en ella.

- ¡Tora! – dijo echándose a un lado para que pasase dándome dos golpecitos en el hombro a modo de saludo antes de cerrar la puerta tras de mí. – Estoy haciendo yakisoba, ve a mi cuarto, Chifuyu ya está ahí.

El nombre resonó dentro de mí, no mentiría si dijese que había odiado cada segundo en el que Baji nombraba a ese chico, le veía como una amenaza para nuestra amistad. Nunca le había dicho nada porque consideraba que era algo egoísta y de poco sentido quejarme de que tuviese un amigo en su nuevo instituto, pero una cosa era que estuviese allí, en su instituto, y otra en su casa, en mi territorio. Poco sabía yo que sus planes no eran solo presentarnos.

- ¿No prefieres que te eche una mano en la cocina? – pregunté intentando marcar mi territorio, demostrar que el verdadero mejor amigo de Baji era yo, que confiaba más en mi que en él hasta para algo tan insignificante como cocinar. Pero por desgracia Baji  no compartía mi perspectiva.

- Solo es calentar agua, no voy a quemar la cocina, vete al cuarto y hazle compañía.

Asentí mientras resoplaba, últimamente Baji se había vuelto más autoritario de la cuenta. Caminé los escasos metros que separaban la entrada de la habitación de mi mejor amigo, la puerta estaba cerrada y dudé unos segundos antes de abrirla. Había intentado no hacerme una imagen mental de Chifuyu, había intentado no preguntar cuando Baji se ponía a explicarme cosas de él, porque sabía que si lo hacía mi mejor amigo no se cansaría de hablar y sería como hurgar más en la llaga. Así que de ese chico solo sabía que era un año más pequeño que nosotros, que ayudaba a Baji a estudiar y que, bueno, que le gustaba meterse en líos y pelear.

No recuerdo cómo me imaginaba a Chifuyu con la breve información de él que tenía en ese entonces, pero desde luego no se parecía nada a la que me topé cuando abrí la puerta de la habitación. Estaba tirado en el suelo, boca arriba, con una pierna sobre la otra y leyendo lo que parecía uno de los libros de animales que tanto le gustaban a Baji, llevaba una sudadera roja que claramente le iba grande y unos pantalones de deporte oscuros. Al escuchar la puerta alzó la cabeza, clavando aquellos enormes ojos azules en mí y una de las frases que había dicho Baji en los últimos días, y que había ignorado, arrolló por completo el resto de mis pensamientos.

Es como un gatito, Tora, no solo en su forma de ser, también su rostro recuerda a uno.

Y por primera vez en toda mi vida, tenía que estar de acuerdo con mi amigo en una de sus extrañas comparaciones, porque desde ese día me di cuenta de que hay algo su cara o en sus expresiones, que recuerda a un maldito gato. Se recolocó el flequillo rubio que había quedado alborotado por su rostro y me miró sin que hubiese una sola expresión en su rostro. No estaba sorprendido de verme, ni asustado, ni molesto, ni contento, simplemente era como si no me esperase, como si fuera una mosca en la pared perturbando su momento de paz. Temí durante un instante que volviese a tumbarse y a leer haciendo como si yo no estuviera allí, pero para mi sorpresa acabó de incorporarse cerrando el libro y dejándolo junto a él y vi algo de curiosidad en su rostro.

- ¿Eres Kazutora? – asentí. - Por como hablaba Baji de ti te imaginaba diferente.

- ¿Menos guapo? – bromeé

- Más bien más fuerte.

Supe que la frase iba con ánimo de ofender, que aquel gatito también tenía uñas y no se dejaría intimidar fácilmente por nada ni por nadie. Por desgracia para él, un gato nunca ha tenido demasiadas oportunidades de vencer contra un tigre.

- Vaya, ya somos dos entonces, Chifuyu.

Procuré pronunciar con agresividad cada silaba de su nombre para que sonase casi como una provocación. Estoy seguro de que si hubiésemos seguido por ese camino, si Chifuyu hubiese decidido caer en mi provocación, nunca hubiésemos logrado forjar la amistad que ahora teníamos. Por suerte no lo hizo, solo chasqueó la lengua y llenó aquella pequeña habitación con su dulce risa. No sé si realmente fue porque no esperaba esa reacción y le hizo gracia, porque sabía que en ese momento no podía ganar una pelea contra mi o si simplemente supo que eso no era lo que esperaba Baji de nosotros e intento calmar el ambiente como pudo, quizá algún día se lo pregunte, pero lo importante es que lo logró. Aquella risa se me contagió, cerré la puerta detrás de mi y acabé de entrar en la habitación.

- Me gusta, - dijo aún con tono risueño mientras señalaba su cuello en el mismo sitio donde yo tenía mi tatuaje. - ¿dolió?

- No mucho. – me alegré de que cambiase a un tema del que me gustaba hablar, porque en ese entonces estaba demasiado orgulloso de mi tatuaje como para no querer hablar de él constantemente. Quiero decir, me había tatuado siendo muy joven, ¿Cómo no iba a querer fardar de ello? Froté la zona por instinto y bajé un poco el cuello de mi camiseta para que viese donde acababa y lo señalé. – Molestó un poco en esta zona, no sé si por la clavícula o porque ya llevaba mucho rato sobre la camilla. ¿Tú llevas alguno?

- No, - volvió a reír. – y si quiero conservar la cabeza más me vale no hacerme ninguno mientras viva con mi madre.

Me apoyé contra la cama de Baji, sin llegar a sentarme porque sabía que le molestaba que lo hiciera y le miré desde ahí. Si no fuera por la manera en la que me había recibido y por lo que me había contado Baji, hubiese pensado que Chifuyu era un niño bueno, uno de esos que no solo no se meten en problemas sino que los rehúyen.

- Mi madre también los odia, se de sobras que siempre me echará en cara que me lo hiciera sin consultárselo, tan joven y en un sitio que se ve tanto, pero es lo que hay, es mi cuerpo.

- ¿Y si un día te arrepientes? – me encogí de hombros.

- Pues tendré que vivir con ello y asumir que mi madre siempre tuvo razón.

- Creo que puedo entender porque le caes tan bien a Baji, pensáis de una manera bastante parecida.

Y justo en ese momento, no sé bien porque, pero gracias a aquella frase, supe que no tenía que preocuparme por competir por Chifuyu. Quizá no fue tanto lo que dijo, si no como lo dijo, que me dio a entender que él y yo no veíamos a Baji de la misma manera, ni esperábamos lo mismo de él. Chifuyu admiraba a Baji, no quería quitarme el puesto de mejor amigo, quería hacerse un hueco por su cuenta.

Me quedé con ganas de preguntarle más acerca del tema, de indagar un poco en que esperaba o buscaba en Baji. Pero como si la sola mención de su nombre le invocase Baji abrió la puerta con dos envases humeantes, uno de ramen y el otro de yakisoba. Dirigió su mirada hacía mí y arrugó la nariz, ese gesto que tanto hace cuando algo le molesta y tiene sus manos ocupadas.

- Aléjate de mi cama, ya. – me ordenó mientras me tendía el envase de ramen y se agachaba para tenderle el otro a Chifuyu. – No me queda más yakisoba, ¿te molesta que lo compartamos?

- ¿No prefieres compartirlo con Kazutora? - se apresuró a preguntar. - No me importa comerme yo el ramen.

- No me gusta el yakisoba, - sonreí sentándome frente a él a sabiendas de que no era el único motivo por el que no compartiría la comida con mi mejor amigo. – y a Kei no le gusta el ramen, odia todas las cosas que lleven caldo.

Baji se sentó entre Chifuyu y yo y torció brevemente los labios antes de lanzar un amplio y pesado suspiro.

- Si prefieres un ramen tú también puedes ir y hacerte uno, están en la estantería, pero como siempre pides yakisoba he pensado que a ti tampoco te gustaba el ramen.

- No, tranquilo, lo podemos compartir. – sonrió agarrando unos palillos y tendiéndole los otros al anfitrión.

Quizá Baji no era consciente en ese momento, o quizá lo era y esperaba que yo no me diese cuenta, pero ya trataba diferente a Chifuyu en ese entonces, porque él odiaba compartir su comida. No es que Baji fuese egoísta, es más, por norma general no le importaba poner un poco más de su parte para ayudar a quienes le importaban. ¿Pero con la comida? Con la comida era un caso a parte. No puedo pensar en ningún momento antes de ese en el que Baji accediese a compartir su comida sin gruñir, protestar o dar algún puñetazo y mucho menos que lo propusiese él. Sin embargo, con el yakisoba había sido algo natural, como si estuviese acostumbrado a decir esa frase. Siendo completamente sinceros, fui incapaz de apartar mi mirada de ellos dos mientras compartían la comida, era como una especie de ritual que parecían haber hecho ya en alguna otra ocasión. Estoy seguro que si en ese momento con quien hubiese compartido la comida Baji hubiese sido conmigo no hubiéramos tardado ni dos bocados en estar golpeándonos el uno al otro.

Supongo que aquello es lo que me hizo acabar de confirmar que Chifuyu no era una amenaza para mi relación con Baji. Aunque ya os digo que en ese entonces no entendía muy bien que es lo que nos diferenciaba a ambos.

Recuerdo que Baji actuó como si nada después de aquello, como si no hubiese sido algo inhóspito en él, como si yo estuviese más que acostumbrado a verle compartir comida con sus amigos. En aquel entonces su madre acababa de regalarle una Play Station por no haber suspendido y siempre que tenía oportunidad la sacaba. Siempre se nos han dado bien los videojuegos o quizá es Chifuyu quien siempre ha sido un negado para ellos, no lo sé, pero cada vez que Chifuyu perdía contra nosotros Baji le sonreía y le daba unos golpecitos en la espalda.

- No te preocupes, Chifuyu, ya mejorarás. – le decía sin esforzarse en ocultar la sonrisa. – Piensa que Tora y yo hemos pasado demasiadas tardes en las recreativas.

- Tú más que yo, Kei, y aun así soy mil veces mejor que tú en los juegos de carreras.

- No es verdad, solo estás teniendo suerte. – miró entre mis manos con el ceño fruncido. – Además, tienes el mando bueno, con ese mando es mucho más fácil ganar.

- ¿Los mandos tienen algo que ver? – preguntó Chifuyu observando el suyo como si quisiese encontrar que era lo que le hacía quedar siempre último. – No se yo veo los tres completamente iguales.

- Lo son. – sonreí. – Solo es que tiene un mal perder.

- ¡No es verdad! ¿Quieres que cambiemos mandos y comprobarás que no?

Quizá echamos cinco o seis carreras más todas con el mismo resultado, Chifuyu ya parecía haberse resignado a quedar siempre en el último lugar, pero Baji seguía sin perder la esperanza de poder empatar conmigo. Cuando la madre de Baji regresó a casa creo que Baji llevaba cinco carreras ganadas y yo rondaría las veinte mientras que Chifuyu estaba más que contento con la única que había ganado él. Su madre soltó un largo suspiro ante la estampa de vernos a los tres casi hipnotizados con la televisión. Fui el primero en alzar la cabeza para saludarla, porque siendo completamente honesto, en aquel entonces era imposible que la madre de Baji estuviese cerca de mi y yo no hiciese nada para llamar su atención.

- Buenas noches señora Baji, - me apresuré a decir dedicándole la mejor de mis sonrisas. - ¿Cómo ha ido el trabajo?

- Tora, deja a mi madre en paz y céntrate en la carrera. – protestó Baji. – No quiero que cuando pierdas digas que ha sido por culpa de que te has distraído.

- No sabía que estabas aquí, Tora. – Adoraba cuando Ryoko se dirigía a mí con el mismo nombre que su hijo. Miró al sofá donde estábamos sentados y prestó su atención en el rubio que estaba en una esquina sin apartar los ojos de la pantalla. - ¿Chifuyu tú también estas aquí? No sabía que os conocíais vosotros dos. – Tomó asiento junto a mí, apoyándose en uno de los brazos del sofá, llenando el ambiente con el dulce olor que siempre le rodeaba y estiró el brazo a mi espalda para darle un golpe en la cabeza a su hijo. - ¿Y cuantas veces te he dicho que me avises si vienen tus amigos a casa?

- Ha sido improvisado, no quería molestarte.

- Improvisado o no a la próxima me envías un mensaje o algo. ¿Os quedáis a cenar?

- No, gracias. – se apresuró en decir Chifuyu. – Mi madre debe de estar haciendo ya la cena y tendría que bajar en breves a echarle una mano.

- Eres tan responsable, ojalá se le pegase algo a mi hijo. ¿Y tú? Hace tiempo que no vienes por casa.

- Tora también cena en su casa. – contestó Baji por mí. – Estoy seguro de que tiene cosas que hacer.

- Pues la verdad es que no y me gustaría ponerme un poco al día con tu madre. – Baji me lanzó una de aquellas miradas amenazantes y supe que, si quería mantener no solo mi amistad sino también mi vida era mejor que no siguiese insistiendo. – Pero pensándolo mejor, pronto tengo un examen y no estaría de más que repasase algunas cosas.

- Keisuke ya podrías ser un poco más como ellos.

Escuché a Chifuyu reírse y cuando sus ojos volvieron a toparse conmigo solo pude sacarle la lengua, era su propia medicina por no dejarme quedarme a cenar con su madre. Cuando terminamos la carrera, Chifuyu se levantó estirando la espalda para irse y yo hice lo propia yendo a buscar mi chaqueta. Baji nos acompañó hasta la puerta y se despidió de nosotros. Pensé que Chifuyu se adelantaría o se iría pero me esperó mientras me despedía también de la madre de mi amigo.

- ¿Has venido en moto? – preguntó para romper el hielo.

- Si. – no me gustaba llevar a nadie de paquete, pero para mi sorpresa el chico me había caído bien. - ¿Quieres que te acerque a algún lado?

- No, vivo en este mismo bloque, pero gracias.

No supe que más decir, con Baji con nosotros había sido bastante fácil hablar con él pero los dos solos era diferente. Solían decirme que no callaba ni debajo del agua, y con Chifuyu no iba a ser la excepción, pero en aquel momento no sabía que podíamos tener en común a excepción de Baji.

- ¿Estás en alguna pandilla? – pregunté.

- No, pero quiero entrar en la Toman, como vosotros. Quiero ser el vicecapitán de Baji

Frené en seco por la sorpresa. ¿Chifuyu? ¿En la toman? Era imposible y era aún más improbable que llegase a vice capitán.

- ¿Lo has hablado con Kei? – asintió. - ¿Y qué te ha dicho?

- Que voy a tener que ganármelo. – típico de Baji dar una respuesta tan ambigua. – Pero le demostraré que lo merezco, pienso seguirle y cubrirle la espalda de ahora en adelante.

En cualquier otra situación me hubiese reído en su cara o le hubiese dado una palmada en la espalda y seguido con mi vida a sabiendas de que era inútil, porque Baji no se dejaba cubrir las espaldas por nadie, no quería un vice capitán y nadie podía hacerle cambiar de opinión, ese era uno de los motivos por los que yo tenía ahora mi propia división. Pero había algo en Chifuyu y en la manera en la que mi mejor amigo le trataba que me hizo recular. En su lugar solo le sonreí antes de decir una frase que creía que nunca diría en esta situación.

- Supongo que tendré que ir acostumbrándome a verte más a menudo.

Chifuyu me devolvió la sonrisa antes de despedirse porque llegábamos a su planta. Honestamente, no sabría decir porque lo supe exactamente, pero en ese momento supe que si alguien conseguiría domar a Baji y ponerle los pies en su sitio ese sería Chifuyu. 

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